A Microsoft le conviene que tengamos la constante sensación de que nos pilla el tren. Ayer día 13 de enero finalizaba el primer ciclo de soporte oficial para Windows 7 (y Office 2010) tras su lanzamiento oficial en octubre de 2009, iniciándose ahora el ciclo extendido que precisamente finalizó recientemente para XP. Pero que no cunda el pánico, ¿realmente tiene sentido regirse por los ciclos de vida promovidos por los desarrolladores de software? ¿puede darse el caso de que no siempre sea beneficioso mantener nuestro PC con el software más puntero y actualizado? Vamos a arrojar algo de luz sobre el asunto.

Modernizar para empeorar

Resulta incomprensible que vivamos en los tiempos del Internet de las cosas, la usabilidad extrema y la simplificación de funcionalidades cuando la mayoría de sistemas de cómputo generalistas tienen una dependencia tan alta de recibir revisiones y modificaciones para su correcto funcionamiento, llegando a casos en los que parece que volvemos a los anales de la era digital: seguro que todos hemos oído quejas acerca de la vigente generación de consolas en las que cada vez que intentamos jugar a un videojuego tenemos que dedicar incluso horas a descargar parches de varios gigas. Por tanto, gastamos cientos de euros en una máquina que pretende superar a sus predecesoras y resulta que esta pantomima tecnológica hace que la experiencia de uso sea mucho más pobre.

En el caso de Playstation 4 y sus coetáneos, se trata en la mayoría de casos de correcciones sobre el producto final posiblemente fruto de un proceso de testeo insuficiente, aunque dada la complejidad de los paquetes de software contemporáneos, cada vez resulta más normal que se encuentren problemas o agujeros de seguridad mucho tiempo después de que el producto haya salido a la calle, ahí están los recientes casos de HearthBleed y aquella vulnerabilidad en Open/SSL o el más reciente Shellshock que afectaba a sistemas derivados de UNIX como Linux y Mac OS. Casi nada.

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SE SUPONE que para paliar todos estos problemas, los pesos pesados del sector tecnológico dedican millones de euros en refinar sus productos, pero lo cierto es que por mucho que pase el tiempo, siempre aparecen nuevos problemas de software que se van sucendiendo a la par que evoluciona el hardware que lo sustenta. No hay que ser muy listo para comprender que las constantes revisiones de un programa tienen muchas más connotaciones comerciales que funcionales. No por tener la última versión de Avast va a estar nuestro equipo más protegido, y no por tener Windows XP vamos a tener nuestro PC con los pantalones bajados ante toda la maldad que se cobija en las profundidades de la red.

Sistemas operativos con fecha de caducidad

El anuncio sobre el fin de soporte de Windows que ha abierto esta entrada es una buena forma de comprender a dónde estamos llegando por culpa de la propia irresponsabilidad del usuario como tal en su obsesión por automatizar y simplificar cualquier interacción tecnológica a través de un premeditado desconocimiento. Un programa más nuevo no es ni mucho menos mejor, y a las pruebas me remito: en mi día a día realizo todo tipo de retoques y trabajos gráficos con el ya cavernario Photoshop CS2 (que data nada menos que de 2005), pero que me permite poder iniciar el programa en algo menos de cinco segundos sin necesidad alguna de realizar actualizaciones de soporte. Durante unas cuantas semanas utilicé la versión CS6, a priori mucho más actual y completa, pero me topé con un mastodóntico entramado de herramientas de la suite de Adobe con con programas de actualización residentes, tiempos de carga excesivos y barrocos procesos de validación. Los contras eran mucho más pesados que los pros.

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El ejemplo anterior es extensible a muchas otros ámbitos. El caso de Microsoft es de risa: Windows 10 está a la vuelta de la esquina, incluyendo como principales novedades la retirada de muchas funcionalidades que se implementaron en 8 pero que a la mayoría no gustó, como la creación del escritorio Metro alternativo con sus propias aplicaciones (en un intento por colarnos un sistema propietario para dispositivos táctiles). O lo que es lo mismo, lo bueno de Windows 10 es que se va a parecer de nuevo a Windows 7, sistema que casualmente empiezan a recomendar que vayamos quitando de en medio, aunque no será hasta 2020 cuando finalice el soporte extendido en el que no se realizará ningún tipo de actualización de seguridad.

Consejos a la hora de actualizar software

  • Tener en cuenta siempre las especificaciones técnicas de nuestra máquina: Windows 8.1, por mucho que ‘funcione’ con 1GB de RAM (en su versión 32-bit), no rendirá como debe a menos que tengamos al menos 4GB bien puestos, mientras que 7 aguantará el tipo mucho mejor. En cambio la última versión de Android (5.0 Lollipop) corre como la seda en la mayoría de dispositivos a los que está llegando. Cada caso es un mundo, pero más vale ser precavido.
  • No es lo mismo renovar que actualizar: posiblemente sea mucho más eficiente en PCs modestos una versión antigua de AVG o Avira Free Antivirus con su base de definiciones de virus al día que la edición más moderna. Hay que pensar concienzudamente si vamos a aprovechar las nuevas funcionalidades que nos ofrezca la última versión más allá del servicio básico que va a ofrecer.
  • Siempre hay una alternativa: Aunque generalizados, los procesos de actualización constantes pueden evitarse si encontramos una herramienta que no recurra a ello sistemáticamente. Linux (y en especial las distribuciones basadas en Ubuntu con soporte extendido) ofrecen un sistema de actualizaciones silencioso que se encuentra a años luz de los procesos de Microsoft.

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