Los métodos con los que nos relacionamos con otras personas están cada vez más tecnificados, y si nos referimos específicamente a la búsqueda de pareja, la situación empieza a irse de las manos. Tinder está de moda, un servicio por el que podemos ver fotos de gente de nuestra ciudad y decidir si nos gusta o no. Si el interés es mutuo, la aplicación abre un canal de comunicación entre ambos para concertar una cita. Más de 10 millones de encuentros al mes hablan por sí solos pero, ¿estamos llevando la automatización de este ‘ritual’ demasiado lejos?

¿En qué consiste Tinder?

La aplicación (disponible para iOS y Android) es terriblemente simple y rescata la peregrina idea del ‘sexy o no’. Es decir, una vez que nos hayamos registrado en el servicio e introducido una serie de datos personales junto con algunas fotos nuestras, podremos realizar una búsqueda de gente que quiere encontrar pareja en un radio de kilómetros definido por nosotros.

El concepto es tan simple como ir viendo sucesivos candidatos/as y decidir si nos interesa o no. En caso de que nuestro candidato también afirme que está interesado en nosotros tras haber hecho lo propio con nuestra ficha de usuario, podremos abrir una vía de conversación vía chat para conocerse mejor y dar pie a una cita.

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La aplicación de moda

La simpleza en Internet es sinónimo de éxito. Según Sean Rad, CEO de Tinder, desde su lanzamiento en septiembre de 2012 se han producido 75 millones de ‘matchs’ o parejas contactadas, y la media de uso de la aplicación por usuario es de 77 minutos. El servicio es utilizado en casi cualquier ámbito. De hecho, en los pasados juegos olímpicos de invierno de Sochi, muchos atletas confesaron que utilizaban Tinder para buscar relaciones entre los deportistas. Y ya sabemos que si gente de influencia utiliza algo es que lo usa todo el mundo.

Una de las características con más gancho de la aplicación es la posibilidad de asociar a Facebook nuestra cuenta de usuario, de forma que podremos comprobar si tenemos amigos en común con los candidatos que encontremos.

Alternativas a Tinder

La mayoría de servicios de búsqueda de pareja han dado el salto a smartphones, ofreciendo un servicio rápido y directo para navegar entre posibles candidatos. Así, conocidas plataformas como Meetic o Badoo tienen completas apps con funcionalidades tanto de su versión de escritorio como exclusivas de este formato.

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Luego están las herramientas ‘especializadas’ como Grindr, centrada exclusivamente en relaciones homosexuales masculinas; o Down, llamada inicialmente Bang With Friends, que nos permitía realizar peliagudas comprobaciones al conocer si alguno de nuestros amigos de Facebook tenía interés en nosotros. Lo que está claro es que, por mucho que nos intenten vender la moto como si fuera la solución definitiva para encontrar el amor de nuestra vida, al final todo se trata de un mecanismo de autocomplacencia centrado principalmente en la satisfacción sexual.

¿Demasiado bonito para ser cierto?

Como decía aquella película, no hay necesidad de llamarlo amor cuando se quiere decir sexo. El ritual del apareamiento, por muy peregrina que sea su definición, va mucho más allá de elegir o descartar un montón de ‘selfies’ con tonos sepia. De hecho, se ha instaurado el concepto del ‘lazy single’ o ‘soltero vago’, que ha perdido hasta la iniciativa por encontrar pareja y busca métodos facilones para satisfacer su ego. Porque ni un ‘like’ es sinónimo de cita ni una cita sinónimo de éxito, por no hablar de las aspiraciones más allá de pasar por la cama.

Sin duda, habrá gente a la que le resulte una ayuda que existan estos servicios con los que facilitar el encuentro con personas afines en caso de que no nos movamos en círculos que propicien el encuentro. Lo que también hay que tener claro es que precisamente escasearán las personas que tengan esa ideología en mente, y a poco que echemos un vistazo a los usuarios que ‘se ofertan’ en estas plataformas, nos daremos cuenta de que lo que la mayoría busca es poco más que echar una canita al aire. Y claro, si eso es lo que necesitamos, ¡al ataque!

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