Abrazar a la tecnología con demasiado énfasis puede producir una dependencia que bordea ciertos límites morales. Normalmente recurrimos a Internet para documentarnos sobre los temas que nos interesan e incluso automatizamos ciertos procesos gracias a software que nos ayuda en nuestra vida cotidiana. ¿Pero qué pasa cuando se nos da la posibilidad de que una aplicación analice nuestra situación y decida por nosotros?
Should I Break Up With My Boyfriend es una aplicación para iOS destinada al público femenino que decide si debemos romper con nuestra pareja. Durante un par de semanas vamos introduciendo datos sobre nuestro estado de ánimo referentes a nuestra relación. Pasado ese tiempo «de prueba», se nos sugiere según los datos obtenidos si debemos dejarlo con él o darle una oportunidad.
Cambiando de ámbito, DressApp es a priori una herramienta bastante interesante para gente con abultadas cantidades de ropa en casa, permitiendo fotografiarlas y catalogarlas en la aplicación para decidir cual es el mejor conjunto para vestir. Lo curioso del asunto es que cuando hemos introducido suficientes prendas propias, la aplicación juzgará nuestra estilo de vestir. Tanto este software como otros como Cloth o Closet están comenzando a incluir sistemas automatizados que recomiendan qué debemos ponernos dependiendo de la ocasión o estilo que queramos tener.
Si nos centramos en el ámbito alimenticio hay aplicaciones y «trainers» a patadas. What I Eat nos recomienda qué debemos comer según nuestros habitos y peso; y nos prepara un calendario con avisos para mantener una dieta equilibrada y un calendario alimenticio. En este caso, y por muy entrometida que pueda resultar la aplicación, al fin y al cabo vela por nuestra salud.
Pero no hace falta que entremos en campos tan especializados. Sin ir más lejos, las redes sociales y bazares de descarga que utilizamos habitualmente se suelen adelantar a nuestras apetencias ofreciéndonos lo que creen conveniente. Google Play, el bazar de Android, posee un sistema de recomendaciones que nos sugiere descargar determinadas aplicaciones en base a diversos patrones como basarse en las preferencias de nuestros contactos, las que ya tenemos instaladas o incluso las que utilizan los usuarios de nuestro barrio o ciudad.
La tecnología sigue aflorando inexorablemente, y cada vez recurrimos más a ella para sobrellevar todas las obligaciones y quehaceres que nos exige la vida cotidiana. El problema podría llegar cuando estas inofensivas ayudas puedan acabar como recias costumbres que automaticen nuestra rutina hasta el punto de no tener ni que pensar. Es cosa de ciencia-ficción que una máquina (o al menos un proceso que recopile datos) decida por nosotros, pero como vemos, poco a poco y en casi cualquier ámbito que imaginemos, estamos cada vez más atados a ella.
Aunque rocambolesca y en algunos casos improbable, la serie británica de televisión Black Mirror ilustra bien algunos de estos problemas con historias autoconclusivas centrados en los peligros de la tecnología. Sin ir más lejos, uno de los episodios nos propone la posibilidad de que en un futuro cercano podamos dar vida a un ser virtual cuya conducta se basa en el rastro que ha dejado una persona real en las redes sociales a lo largo de su vida.
Evidentemente, este es un caso extremo en el que se llega a suplantar una identidad por por meros datos almacenados históricamente. Aún así, las aplicaciones antes mencionadas y la evolución tecnológica que nos rodea inducen a que cada vez nos regimos más por entes virtuales y recomendaciones externas que por nuestras propias decisiones. ¿Podríamos llegar a ser menos humanos si vamos dejando de lado cada vez más la capacidad de decidir por nosotros mismos?