El nuevo dilema moral en el sector del videojuego durante los últimos años se ha centrado en el surgimiento de nuevos modelos de negocio alejados del tradicional ritual que supone comprar un juego y disfrutarlo. El modelo Free-to-Play se ha instaurado en el mercado móvil hasta el punto de que la Comisión Europea ha decidido tomar cartas el en asunto, obligando a Google a que deje de referirse a los juegos de Android con micropagos como gratuitos. Pero, ¿qué consideramos como un ‘juego gratis’?

Un día sí y otro también nos topamos la noticia de que algún risueño crío que ha realizado ‘accidentalmente’ compras para su juego gratuito mientras echaba unas partidas desde el smartphone de su padre. Las alarmas saltan, los muertos se levantan y la culpa es de todo el mundo menos de los propios afectados. No cabe duda que ciertos videojuegos son algo tramposos a la hora de adornarse con métodos de seducción que inducen a la compra de material de juego desde tiendas virtuales, ya sea para desbloquear ese nivel que se nos resiste o acelerar la construcción de ese edificio que tarda demasiadas horas en finalizar.

Esta situación ha provocado que la Comisión Europea esté intentando regular un mercado que se comienza a ir de las manos. Sin ir más lejos, los beneficios en videojuegos móviles ya han superado holgadamente al de las consolas tradicionales en cuanto a beneficios aún cuando menos de un 2% de los usuarios realiza compras in-app.

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No hay más que ver rankings de descarga para darnos cuenta de que este tipo de aplicaciones son las que tienen un mayor calado entre los usuarios. Un ejemplo claro: Nueve de los diez videojuegos para Android más descargados en Uptodown durante el 2013 son freemium, permitiendo su descarga de forma completamente gratuita aunque ‘aligerando’ la curva de progresión en el juego a través de compras opcionales dentro de la propia aplicación.

Google ya ha dado sus primeros pasos al respecto, enfatizando y remarcando la existencia de este tipo de compras in-app junto a los permisos que aparecen a la hora de instalar una aplicación. Además, es posible bloquear cualquier compra a través de una contraseña. A partir de octubre se retirará el supuesto eufemismo que supone llamar a esta categoría de juegos como ‘gratis’, por lo que tendrán que buscar un nombre diferente para catalogarlas.

El problema, además de resultar ser el hecho de que se pretende culpar al que no tiene cuidado del mismo modo que se pueden colar programas no deseados a partir de instaladores que nos recomiendan software, es la concepción que tiene cada uno de lo que es un videojuego gratuito o Free-to-Play. Por poner un ejemplo entendible, Angry Birds permite superar la totalidad de sus niveles sin pagar ni un céntimo, aunque siempre es posible pasar por caja para desbloquear desde el principio todos los niveles en vez de tener que ir completándolos de formas secuencial uno a uno. ¿Merece la pena pagar por algo así? Nadie debería ser juez en este dilema, y la decisión, por mucho que se empeñen en asignársela a desarrolladores o distribuidores, es del propio usuario.