Los videojuegos para móviles siempre han sido denostados y colocados un peldaño por debajo en el espectro del ocio electrónico por razones conservaduristas, y esto no es algo nuevo. Nokia introdujo el ya icónico juego Snake en su teléfono móvil 6610 allá por 1997, consiguiendo que chavalines de medio mundo se divirtieran a finales de los 90 con una mecánica ya ideada 20 años antes con el primigenio arcade Blockade de Gremlin.
Quizás esa sensación de intrusismo para el sector es la que ha tachado a los móviles como extraños en un negocio que no les compete, dejándoles sin el reconocido merecimiento tras más de dos décadas de constante evolución y un buen puñado de hitos que ya quisiera el resto de la industria. Y lo que es peor, dejando de lado la labor de preservación que, como estamos viendo en la actualidad, es más necesaria que nunca dada la obsolescencia en los sistemas de distribución de software en formato no físico.
Si omitimos la producción de minijuegos en las ya vetustas PDAs, podemos afirmar que en 2022 se cumplen 25 años de industria del videojuego móvil, y aunque algunos de sus mayores hitos han pasado a pies juntillas por occidente, está fuera de toda duda la importancia a nivel sociocultural del medio como (in)justo legado de las consolas portátiles y emisario capaz de lograr que personas ajenas al mundo del videojuego acaben explotando burbujitas de colores en el autobús.
Por esta industria han pasado fenómenos sociales como el de aquel verano de 2016 en el que la gente se echó a la calle para jugar a Pokémon Go hasta masificar parques públicos con estampidas de ávidos entrenadores; o el año en el que Candy Crush Saga superó los 325 millones de usuarios activos entre los que se encontraban tus propios padres, quienes no habían tocado hasta entonces una maquinita ni con un palo. Revoluciones que no están a la altura del respeto que se le otorga a un ecosistema que, casi sin darnos cuenta, ha enterrado y denostado parte de su pasado en un constante mirar hacia adelante donde se quedaron muchas víctimas por el camino. Miles de videojuegos que, debido a los propios avances la industria del hardware móvil, han quedado completamente inaccesibles y sin alternativas lícitas para poder recuperarlos. Y lo peor, con extinciones masivas que están sucediendo incluso en nuestros días.
Las iniciativas de preservación del software son una serie de acciones, tanto públicas como privadas, que velan por conservar el legado que nos deja el mundo del videojuego para que generaciones venideras puedan entender y disfrutar años de industria con cientos de juegos lanzados que a día de hoy no pueden revisitarse por las vías convencionales. En el caso de los móviles, dicha preservación se complica mucho más al no existir medios físicos que preserven la información ni entidades que velen por ello. Y de hecho, eso es justo lo que ha sucedido recientemente con uno de los servicios de distribución de juegos pioneros del ecosistema móvil en muchos sentidos.
i-mode y la primera gran extinción de juegos móviles
En 1999, la operadora japonesa NTT DoCoMo propició la creación de un enorme ecosistema de videojuegos para dispositivos móviles en el que los usuarios podían descargar videojuegos de compañías con la solera de SEGA, Namco, Taito o Nintendo. Mientras que por aquí andábamos con el juego de la serpiente, en Asia tenían su propio Dragon Quest para móviles (los catálogos de la época son como visitar un museo arqueológico). El servicio ha estado activo durante 20 años, ofreciendo muchos títulos de calidad basados en licencias conocidas que en muchos casos no llegaron a occidente, amén de que su tecnología ha sido exportada en medio mundo gracias a que los avances en los protocolos de comunicación de la época ya estaban al alcance del usuario medio (¿alguien recuerda Movistar Emoción?).
El problema vino cuando en noviembre de 2021 el servicio i-mode que servía de plataforma para distribuir todos estos juegos anunció su cierre definitivo. Fue entonces cuando gente de la Game Preservation Society intentó descargar la mayor parte de títulos antes del cierre, además de comprar móviles antiguos como locos para realizar un volcado de datos casi a ciegas de la mayor cantidad posible de contenido antes de que no fueran accesible. Tras todos estos años, las licencias han ido pasando de mano en mano, y muchos de estos juegos podrían desaparecer para siempre de nuestro plano de existencia si no se toman medidas. Luego vendrán los llantos cuando se extingan los koalas.
El fin del soporte de apps con arquitectura 32-bit
Pero no hace falta irnos la prehistoria para rememorar extinciones masivas. Sin duda, la época dorada del videojuego para móviles tuvo lugar durante el auge de la plataforma iOS como sistema de juego. No se le caen los anillos al que suscribe afirmando que la mejor consola portátil que podías agenciarte en 2011 era un iPod Touch de 3ª generación. Antes de que se instaurara el modelo Free-to-Play y otras prácticas de monetización cuestionables, Apple supo sentar unas bases de calidad en su sistema donde, por menos de un euro, podías hacerte con juegos que nada tenían que envidiar a las propuestas comerciales de otras plataformas dedicadas.
Una vez más, el drama llegó cuando en 2017 Apple anunció que dejaría de dar soporte a las aplicaciones de 32 bits en iOS 11, la por aquel entonces última iteración de su sistema operativo. El camino marcado era evidente desde que se lanzara el iPhone 5S con procesador de 64 bits dos años antes, por lo que de cara a sacar el mayor partido posible a su arquitectura, mejorar la seguridad y liberar recursos, era necesario obligar a los desarrolladores a que actualizaran sus juegos. El problema es que muchos títulos habían dejado de recibir soporte, y sus autores no pretendían adaptar sus juegos, o bien por desinterés hacia su producto o la imposibilidad a nivel técnico por tener que rehacer gran parte de su implementación.
Debido a esto, muchos juegos se quedaron varados en el limbo (en Touch Arcade recopilaron más de un centenar como ejemplo) y solo pueden disfrutarse si tenemos a mano un dispositivo iOS de la época. Esto, teniendo en cuenta la obsolescencia de ciertos componentes como la batería y la ausencia de un emulador robusto del sistema para ser utilizado por el gran público, hace que solo estén al alcance de espeleólogos y retro-apasionados.
Y así llevamos a nuestros días, ya que Google también decidió limpiar un poco el fondo de armario y desde agosto de 2021 ya no es posible descargar aplicaciones desde Google Play que no hayan migrado su código a 64 bits. De nuevo se ha producido una criba en aquellos títulos cuyos desarrolladores ya no se encuentran activos o no consideran que merece la pena el esfuerzo. Tal y como anunciamos en su momento, Uptodown ha seguido dando soporte a estas aplicaciones, pero cada vez existen más trabas a nivel a la hora de poder ofrecer un repositorio histórico que no descarte el pasado en pos de un futuro supuestamente mejor.
Juegos Java, los usuarios al rescate
Y tras todos estos precedentes llegamos a la verdadera pregunta, ¿qué pasa con la propia preservación del software? ¿dónde podría descargar todos estos juegos caídos en el olvido? Si recordamos la holgada producción de juegos Java para móviles durante la década de los 2000, los entusiastas del abandonware han tenido que venir al rescate después de que la tecnología quedara obsoleta.
En Archive.org pueden encontrarse monstruosas recopilaciones artesanales de varios GB que hacen las veces de Arca de Noé para, del mismo modo que sucede con los ‘romsets’ de consolas clásicas, preservar el legado cuando las distribuidoras y poseedoras de derechos en plataformas móviles no están por la labor. Esto, unido a proliferación de emuladores que agilizan su ejecución en arquitecturas modernas, hace que podamos revisitar y tener a buen recaudo todo ese legado. Pero al final, esto son solo discos duros de varios TB guardados en un armario fruto de un síndrome de Diógenes digital, por lo que debemos trabajar en la solución del mismo modo que existen bibliotecas públicas para que cualquier persona pueda leer El Quijote. Bueno, igual Cervantes no es comparable con el Flappy Bird, pero ya me entienden.
Uptodown, pioneros en ofrecer un repositorio total
En Uptodown siempre hemos defendido la idea de que mantener aplicaciones móviles en nuestro catálogo incluso cuando han sido descontinuadas es la mejor forma de preservar este legado, aunque respetamos la decisión de los creadores cuando, por diversos motivos, deciden que también desaparezcan de nuestro servicio. A día de hoy, la mitad de los usuarios que nos visitan desde dispositivos móviles tienen una versión de Android con más de cuatro años de antigüedad. Es más, casi un 12% sigue utilizando Android Marshmallow, por lo que sus dispositivos podrían tener incluso una década e incluso no ser compatibles con arquitecturas de 64 bits. Estas cifras, teniendo en cuenta los 130 millones de usuarios únicos que tenemos al mes, no son para obviarlas. ¿por qué deberíamos privarles de una plataforma de distribución de apps que sirva software acorde a sus necesidades? Es una pregunta retórica y existen no pocos motivos para ello, pero aún así, creemos que los usuarios son quienes salen ganando cuando no se les fuerza a modernizarse sin una razón de peso, sobre todo cuando existen alternativas para evitarlo. De hecho, al final todo esto va ofrecer alternativas.
Este ninguneo hacia la obsolescencia de la distribución digital es el problema endémico de una industria que no deja de enviarnos avisos: en febrero de 2022, Nintendo ha anunciado que dejará de dar soporte a las tiendas virtuales de Wii U y Nintendo 3DS sin intención (al menos de momento) de crear una vía de distribución alternativa para títulos lanzados en su Virtual Console que ahora van a quedar inaccesibles. Esto, unido a las políticas agresivas de la compañía a la hora de vetar cualquier iniciativa de preservación, emulación o adaptación para uso en proyectos amateur hace que muchas de estas obras acaben cayendo irremediablemente en el olvido. ¿Alguien puede imaginarse qué sucedería si Valve decide cerrar su plataforma Steam? ¡El fin del mundo tal y como lo conocemos!
Por todo esto, necesitamos seguir armándonos de valor como app store alternativo capaz de dar cabida todo el contenido generado por una industria móvil en constante crecimiento. Actualmente damos soporte a versiones anteriores de cada app, y dado que nuestros sistemas procesan un archivo cada 30 segundos de media, ya hemos organizado internamente más de 9 millones de archivos. Unas cifras que no dejan de crecer, pero que no reducen nuestro tesón a la hora de promover una industria móvil abierta, accesible e imperecedera.
Así que la próxima vez que escuchemos a alguien diciendo que ‘jugar con el móvil no es jugar a videojuegos de verdad’, hablémosle de los 20 años de constantes progresos, de los millones de jugadores que actualmente los utilizan como principal sistema de ocio electrónico y de la necesidad de poner en valor a una industria que merece ser promovida y estudiada durante los años venideros sin tener que pensar constantemente en fechas de caducidad.